domingo, 16 de octubre de 2011

Penicilina

La penicilina fue descubierta por el bacteriólogo Alexander Fleming, en el St. Mary’s Hospital de Londres, el cual se dio cuenta de su hallazgo en una comunicación publicada en 1929 en el British Journal of Exprimental Pathology.

No fue hasta 1938 cuando Ernest Chain, bioquímico que trabajaba con el profesor Howard Florey en la universidad de Oxford, sacó del letargo en que había permanecido tan gran potencial científico y completó los trabajos antes citados con investigaciones posteriores.

El primer ensayo clínico, que se hizo el 12 de enero de 1941, sacó a la luz esta gran promesa y en 1943 comenzó la producción comercial en Estados Unidos.

Descubrimiento casual

El gran avance moderno de la quimioterapia procede del descubrimiento fortuito del hecho de que los microorganismos sintetizan y excretan (expulsan al exterior de la célula) compuestos que son selectivamente tóxicos para otros microorganismos.

El bacteriólogo Alexander Fleming, desde la década de los años veinte,  se interesó mucho por el tratamiento de las infecciones producidas por las heridas.


En 1929 Fleming, después de haber vuelto de unas vacaciones, se percató de que en una pila de placas olvidadas antes de su marcha, donde había estado cultivando una bacteria, Staphylococcus aureus, había crecido también un hongo en el lugar donde se había inhibido el crecimiento de la bacteria. Resultó que el hongo "fabricaba" una sustancia que producía la muerte de la bacteria; como el hongo pertenecía a la especie Penicillium, Fleming estableció que la sustancia que producía sería denominada "penicilina".

Aunque con frecuencia se ha comentado que varios microbiólogos hicieron el mismo tipo de observaciones que el inglés, sin llegar a su nivel de fama, esta especulación no se ha podido comprobar ni, por tanto, afirmar nunca.

Tal y como se ha podido demostrar en experimentos posteriores, en el "descubrimiento" de Fleming, coincidieron una serie de acontecimientos para que se produjeran los resultados que todos conocemos: la placa no se puso a incubar en estufa de 37º C (el crecimiento de la bacteria habría sobrepasado al del hongo) y además la temperatura del laboratorio no era superior a 12º C (según se cree, hubo una tormenta de frío en Londres en aquel verano de 1929).

La molécula de penicilina resultó muy inestable y después de mucho tiempo intentando purificarla (más tarde se demostró que era muy efectiva con preparativos impuros), Fleming desistió seguir trabajando.

Diez años más tarde, un grupo de científicos comandados por H.W. Florey y E. Chain reemprendieron el estudio. Los ensayos clínicos efectuados con el material parcialmente purificado tuvieron un éxito espectacular. Por aquella época, en plena guerra en Europa, la molécula fue llevada a Estados Unidos donde fue desarrollada y producida a gran escala.

Una vez acabada la II Guerra Mundial, las compañías farmacéuticas entraron en la producción de penicilina de forma competitiva y comenzaron a buscar otros antibióticos. Fleming les había mostrado la dirección correcta.





Cuidado con el abuso

A pesar de esta gran ayuda, el descubrimiento de los antibióticos no se ha difundido de manera igual en el planeta. Además, en las sociedades más desarrolladas se está empezando a considerar una problemática el hecho de que existe una prescripción (y muchas veces un uso sin prescripción) exacerbada de los antibióticos. Esta realidad provoca que ya se esté hablando del paso de la "era de los antibióticos" a la "era post.antibiótica".

Con ello, nos referimos a que a menudo un antibiótico que antes era válido para combatir una bacteria deja de serlo debido a que, por causa del uso continuado que hacemos, la bacteria se ha acostumbrado al medicamento. Este medicamento, por tanto, ya no sabe cómo combatirla; llegamos a lo que técnicamente se denomina "resistencia". En España, por ejemplo, se ha llegado a una resistencia a los antibióticos del 30% de la población, en contra del 8% de Alemania.

Otro problema añadido es el hecho de que muchos de los animales que se usan para consumo humano son sometidos a administración de antibióticos a modo de profilaxis, pudiéndose generar ya en origen una resistencia que puede ir aumentando.

Con todo ello sólo intentamos hacernos eco de la voz de muchos profesionales de la microbiología que ya hace años están avisando del grave problema al que podemos llegar por el hecho de que para una simple infección ya no sea eficiente el antibiótico, y ya no hablemos de una situación de enfermedad bacteriana grave.

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